Es un demonio que aparece en las mitologías y el folklore de todo el mundo, desde la Antigua Grecia hasta las tribus del Amazonas y el Lejano Oriente. Los sumerios y acadios la llamaron Lamashtu. Los hindúes y budistas, Nāginī. Los turcos le dieron el nombre Shahmaran. En Japón era conocida como Nure-onna. En China, Nuwa. En Francia, Mélusine. En África, Mami Wata. En Siria, Atargatis. Pero en demonología es conocida como Lamia.
De ella se dice que puede aparecer en la forma de una bella mujer o de una serpiente, pero también mitad y mitad, con la parte superior de mujer y la inferior de serpiente. Se afirma que usa su irresistible belleza para seducir a los hombres y llevarlos a la perdición. También hay quienes creen que devora niños, y que incluso arranca los fetos de los vientres de las mujeres embarazadas.
Origen del nombre
El nombre Lamia procede del griego Λάμια. Una teoría sobre el origen de la palabra es que deriva de la palabra griega λαιμός (laimós), que significa garganta, ya que este demonio tiene una garganta profunda.
Historia
La Lamia tiene una historia tan larga, y aparece en tantas mitologías y culturas a lo ancho y lo largo del mundo que sería imposible abarcar todo acerca de ella en un solo artículo. Por lo tanto, aquí sólo referenciaremos las leyendas y creencias más conocidas sobre ella.
Antigua Grecia
Según la mitología griega, Lamia era una hermosa reina de Libia, de quien se enamoró el dios Zeus. De la unión de ambos nacieron niños, pero cuando la esposa de Zeus, Hera, descubrió la relación, mató a esos niños. Entonces Lamia se volvió loca, y se dedicó a matar y devorar a los hijos de otras personas, celosa de otras madres más felices que ella.
Como resultado de esa dieta o de una maldición de Hera, Lamia se convirtió en un monstruo. Para castigarla aún más, Hera hizo que le fuese imposible dormir, pero Zeus, en un acto de compasión, le dio la habilidad de sacarse los ojos y recolocarlos cuando quisiese.
Debido a la fama de la Lamia, en la Antigua Grecia, cuando los padres querían asustar a los niños para que se portaran bien, los amenazaban con la Lamia, de la misma forma en la que en países hispanos los amenazan con el Cuco. Según algunos relatos, la Lamia es capaz de devorar a los niños enteros, como se alimentan las serpientes.
Sin embargo, ésas no son sus únicas presas, sino que también usa sus encantos para seducir a hombres jóvenes y atractivos, que son sus predilectos. Según se cuenta, cierta vez aterrorizó una zona cerca de la ciudad de Delfos, y los habitantes consultaron al oráculo para saber qué hacer. El oráculo respondió que para aplacar a la Lamia debía dársele como tributo un hombre joven.
Según otra historia, relatada por Filóstrato en su libro Vida de Apolonio de Tiana, el filósofo Apolonio descubrió que su amigo Menipo se había casado con la Lamia, y se lo advirtió diciendole «Estás calentando una serpiente en tu seno, y es una serpiente la que te calienta a ti». Lamia, al ser descubierta, huyó.
Antigua Mesopotamia
Aunque por lo general se asocia a Lamia a los mitos griegos, su origen se remonta aún más atrás en el tiempo. Como muchos otros demonios, Lamia solía ser un dios de la antigüedad. Más precisamente de la antigua Mesopotamia, donde los sumerios y acadios la conocían como Lamashtu. Incluso en ese entonces era considerada una diosa perversa. Según la leyenda, Lamashtu fue expulsada del cielo porque insistía en comer bebés humanos. Se decía que tenía una forma monstruosa, y que habitaba el inframundo.
Por si fuera poco, Lamashtu además causaba toda clase de horrores, como abortos, le hacía daño a mujeres embarazadas, comía a hombres y bebía su sangre, causaba insomnio y pesadillas, mataba a la naturaleza, infectaba el agua de ríos y lagos, y causaba enfermedad y muerte. Los antiguos mesopotámicos intentaban protegerse de ella usando talismanes y amuletos. A veces, para protegerse, recurrían a otro demonio, Pazuzu, que era el rey de los espíritus malignos y podía comandarlos.
En la Edad Media
En el folklore medieval de algunos países europeos, Lamia fue conocida como Melusina. Según cuenta la leyenda, Melusina se casó con un hombre con la condición de que nunca debía verla en su verdadera forma de mitad serpiente. La transformación ocurría solamente los sábados, y era cuando el hombre debía evitar verla. La relación con Melusina le da al hombre gran prosperidad, hasta que él rompió el pacto espiándola un sábado, y ella desapareció.
Es durante la Edad Media también que Lamia comenzó a ser vista no como una criatura única, sino como una categoría o especie de demonios nocturnos femeninos que seducen a los hombres, similares a los súcubos. Así, pasó de hablarse de Lamia a hablarse de «las lamias». En algunos casos se las consideró simplemente brujas que tenían el poder de transformarse en serpientes gracias a Satán.
En los libros malditos
Las lamias aparecen mencionadas en varios libros sobre demonología y satanismo, como el Libro de Magia Negra y Pactos, de Arthur E. Waite, y Sobre la naturaleza de los demonios (De natura daemonum), de Giovanni d’Anania.
En el famoso Diccionario Infernal (1818) de Collin de Plancy, aparecen listados muchos demonios, y la Lamia no es la excepción. Según de Plancy, las lamias devoran tanto a personas vivas como muertas, y por eso a veces viven cerca de los cementerios. También afirma que, para seducir a los viajeros, sólo les muestran sus bellos cuerpos sin hablar, porque su voz es como un siseo de serpiente.

En el arte
La Lamia ha inspirado a artistas tanto de las artes plásticas, la literatura, y el cine. Algunas menciones notables:
- El poeta inglés John Keats escribió un famoso poema titulado Lamia, publicado en 1820.
- Inspirado en el poema de Keats, el artista inglés John William Waterhouse pintó dos cuadros de la Lamia, que reproducimos abajo.
- En la serie de libros y películas de Harry Potter, la villana llamada Nagini tiene el poder de transformarse en serpiente. El personaje se llama así porque, en el hinduismo y el budismo, las lamias son conocidas como Nāginī.
- El demonio Lamia es el antagonista en la película de terror Drag me to Hell (2009) del director Sam Raimi.









